martes, 7 de julio de 2015

EL MANANTIAL DE LAS HADAS




EL MANANTIAL DE LAS HADAS

Desde hacía algún tiempo, en el mundo de las hadas, en el gran bosque de robles, las ninfas andaban un poco revolucionadas. Se aproximaba la noche de San Juan, la noche más mágica del año, pues en esa madrugada, es cuando se deroga la ley que prohíbe a las hadas mezclarse con los humanos.

Una pequeña hada, llevaba varios días observando a un joven, que todos los días al atardecer, se detenía a beber el agua fresca y cristalina de un pequeño manantial escondido en una parte del bosque.
Ella, traviesa como todas las hadas, aprovechando su invisibilidad, para burlarse de él, con su mano agitaba el agua y salpicaba el hermoso rostro del muchacho, que no llegaba a comprender, ¿ cómo podía suceder aquello cada vez que bebía aquel agua?, y luego escuchaba el murmullo de una preciosa risa lejana.

Cuando por fin llego la gran noche, la reina Titania, reunió a todas las ninfas y como siempre, les dio los consejos más importantes que un hada nunca debe olvidar:
   _ ¡Jamás reveléis vuestro nombre a un humano!, conceded los deseos sólo a aquellas personas que realmente los merezcan, y por último, no os demoréis en regresar. Antes del amanecer tenéis que estar de vuelta en nuestro mundo.
Y dicho esto, todas las hadas volaron felices atravesando el velo invisible que separa el mundo feérico del mundo real.
Una vez en vuestro mundo, las hadas viajan a todos los rincones de la tierra y adaptan la forma que más les guste y más le diviertan.
Pero el hada pequeña, prefirió quedarse cerca del manantial, y no eligió ningún disfraz, ni quiso transformarse en ninguna forma hermosa, si se encontraba con el joven humano, quería que la viese tal y como era.
Cuando llegó a la pequeña aldea medieval, en la única plaza que había ya ardían las hermosas hogueras, con sus destellos rojos, azules, y amarillos.

Ella se acercó tímidamente, se sentó en el tronco de un árbol y se quedó ensimismada viendo el fuego y escuchando el crepitar que hacía la madera al quemarse. Comenzó a sonar la música y todo era alegría, la gente empezaba a levantarse y cada uno elegía a su pareja y comenzaban a danzar.
Estaba distraída viendo las figuras que formaban las llamas de la candela, cuando delante de sus ojos vio una mano fuerte, abierta, esperando su mano. levantó la cabeza y vio que era el joven del manantial, que la invitaba sin palabras a bailar con él. Ella sonrió y tomó esa cálida mano que apretaba suave la suya.

Al bailar y mirarse a los ojos, sus miradas hicieron que ya no existiese nada a su alrededor.
Ella se sentía tan extraña, y más aún, cuando comenzó a sentir como todo un universo lleno de emociones comenzaba a expandirse por todo su ser etéreo, acompañado de una melodía compuesta sólo por dos notas musicales, que golpeaba fuerte, muy fuerte, dentro de su pecho.¿Qué clase de hechizo tan mágico se estaba produciendo, que la hacía volar sin despegar los pies del suelo?.
¡Se sentía tan feliz!, como aquella vez que fue a bucear con su amiga Agua Marina, y le enseñó las profundidades del gran océano misterioso, donde está el mundo acuático donde viven las sirenas.¡Incluso más feliz diría ella!, cuando siendo una niña, visitó por primera vez el valle secreto donde habitan los unicornios.
   _¡Ven!, dijo él, quiero compartir contigo un lugar.
   Atravesaron una parte del bosque, y en un lugar oculto por las ramas de los árboles, se abrieron paso hasta llegar a un hermoso manantial de aguas plateadas y brillantes como un espejo.
   _Este es mi sitio favorito, nadie viene aquí porque dicen que está encantado.
   _¿Cómo que esta encantado? ¡rió ella sorprendida!.
   _Sí, lo llaman el manantial de las hadas. Cuenta una leyenda que hace muchos años, un pastor, buscando una oveja que se le había extraviado, descubrió el manantial, y que al aproximarse a beber, se encontró con unas hadas muy hermosas que estaban jugando en él, al verlo se asustaron y desaparecieron. Cuando llegó a la aldea, contó lo que le había sucedido, pero nadie lo creyó, se burlaron de él y lo tomaron por loco. Pero la gente de la aldea por si acaso no se acercaron jamás al manantial.
   _¿Y tú, crees en las hadas?.
   _No sabría decirte, pero me gustan las hadas y las historias que cuentan sobre ellas.
   _¡Esta noche es mágica!, ¿si te encontraras con una de ellas por casualidad, qué deseo pedirías?.
   
Él sin dudarlo ni un instante contestó:
   _¡Estar contigo toda mi vida!.
   Y la abrazo, y al hacerlo, antes de que la voz de su alma le dijera, que ella era lo que había estado esperando durante mucho tiempo, que ella era el amor de su vida, él ya lo sabía.

Cuando volvieron a la aldea, las hogueras daban ya sus últimos destellos de luz y de calor, y todos los aldeanos se cubrían con sus mantas para descansar antes de que llegara el nuevo día. Ellos hicieron lo mismo y durmieron acurrucados como dos gorriones en una fría noche de invierno, protegiéndose el uno al otro.

Cuando amaneció, los primeros rayos de sol con su caricia tibia la despertó de golpe, y vio que todos dormían a su alrededor, miró a su lado y vio el rostro de su joven amado que dormía apaciblemente junto a ella. Colocó un delicado beso en su mejilla y se fue de puntillas sin hacer ningún ruido.

El sol se hizo cada vez más luminoso y ella, a hurtadillas, entró en su mundo. 
Pero al otro lado del velo invisible que estaba a punto de separar de nuevo las dos dimensiones, la estaba esperando la reina Titania junto con sus hermanas las hadas, que estaban muy preocupadas por su tardanza.
Fue a hablar para explicarse, pero su reina levanto una mano, y se hizo un silencio que lo llenaba todo.
Y aquella palabra que rara vez se pronuncia en el mundo de las hadas, salio de los labios de Titania:
   _¡Te prohibo que mantengas una relación directa con cualquier ser humano!.
   Todas las hadas al unisono exclamaron:
  _¡Hoooooo......!, y se quedaron estupefactas. 
Una a una, despacio, fueron alejándose para comenzar sus tareas.

El joven despertó ya entrada la mañana, se encontró que estaba solo, y la aldea empezaba a desperezarse para sacudirse el sueño, todo estaba preparado para recoger las cenizas de las mágicas hogueras antes de que fuesen esparcidas por el viento. 
¡Qué extraño que ella desapareciera de esa forma!. Preguntó a sus vecinos, si habían visto a una joven menuda, con la que había estado bailando toda la noche, pero nadie le supo dar información.

La buscó por todas partes y sus pasos lo llevaron al manantial. Se asomó a sus aguas y vio el bello rostro de ella reflejado en el agua, sonrío y le dijo:
   _¡Sabía que te en contraría aquí!. 
Giró su cabeza seguro de que estaba detrás de él, pero cual fue su sorpresa, cuando descubrió que no había nadie. Miró de nuevo y su cara continuaba allí, parecía distinta, triste, y sus grandes ojos verdes, buscaban inquietos algo, algo que ellos no lograban encontrar.

Se sintió roto por dentro, sus ilusiones como un cristal muy fino se quebraron en mil pedacitos al comprender que era un hada, y por tanto estaban condenados a vivir separados.

En el otro lado del manantial, ella no dejaba de buscar el medio de ponerse en contacto con él, sabia que estaba allí, sin verlo lo sentía cerca, muy cerca, porque la luz de su amor que la iluminaba por dentro brillaba con fuerza.
  ¡ Pero el tiempo en estos dos mundos es tan diferente!, que mientras para ella habían pasado a penas unas semanas, para él había pasado una vida entera. Y día tras día, año tras año, él jamás había faltado ni una sola vez a su cita de cada atardecer, que era solo cuando la podía ver, reflejada en las aguas blancas del manantial.

Ella nunca se separó de él, necesitaba aquella energía que él le transmitía para seguir viviendo. Y un día de repente, sintió como poco a poco se iba apagando su querida luz, y su hermosa melodía que comenzó a sonar el día que lo conoció, sonaba ahora a ritmo muy lento. La luz se apagó para siempre y ella despacio se derrumbó, sabía que su amor se había marchado para siempre.

Sin fuerzas se quedó tumbada en un lecho de hojas secas, y un sentimiento nuevo nació dentro de ella, -¿que era aquello que le dolía tanto?-, ¡tanto que hacía que de sus ojos comenzaran a brotar gotas de mar, saladas y amargas como su propio dolor!.

Las haditas más pequeñas, notaron que algo sucedía y fueron a llamar a su reina.
Titania llego junto a ella y con sus manos dulcemente le sostuvo la cara.
   _¡Dejaznos a solas! ordenó,- ¡no, no, no puede ser!- ¡llorar es una cualidad del ser humano, y solo se llora si se tiene corazón!- ¿acaso te amó tanto como para entregarte el suyo?.
La pequeña hada la escuchaba en silencio sin pronunciar palabra, no podía reprimir su llanto, y entre sollozos, solo pudo contestar:
   _¡No he podido concederle su deseo!.
   _¡Escúchame! dijo con calma su reina, -sabes muy bien porqué nuestros mundos deben de estar separados, ¿no es así?.

Ella asintió levemente con la cabeza.
   _¡Yo solo quería protegerte !, y al hacerlo he ínflingido la regla más importante para las hadas. ¡Herir a una de mis hermanas!, por eso quiero corregir mi error. ¡Te concedo el paso al mundo de los humanos!, tal vez el destino te permita encontrarlo de nuevo, tomate el tiempo que sea necesario, cuando decidas volver, enviaré a una de nuestras hermanas a buscarte y te traiga de regreso al mundo al cual perteneces.

Dicho esto, con el hechizo más poderoso y nunca utilizado por Titania, el hada pequeña fue transportada al otro lado del manantial fuera de su hogar.

Con la cabeza aturdida y todavía tumbada en el suelo, con la luz del sol cegando sus ojos, pudo distinguir entre sombras unas siluetas. Vio que las patas de un caballo pecherón pararon a la altura de sus pies. Escuchó una voz de una mujer mayor que le decía a alguien:
   _Cógela y subela con cuidado a nuestro carromato.

El manto de la noche comenzó a desplegarse, sintió que tenía frío y hambre, abrió la desvencijada puerta y sin hacer ruido, salió a la brillante noche cuajada de estrellas.

Varios carros hacían un semicírculo que rodeaban un gran fuego, y varias personas se calentaban mientras comían y escuchaban en silencio hablar a una anciana  cíngara que narraba una historia. ¡Y no hay nada que le guste más a un hada, que un buen relato alrededor de una hoguera!.

La anciana, cuando la vio acercarse le hizo señas para que se sentase junto a ella. Le colocó una manta sobre los hombros y continuó con su relato.
La noche iba avanzando y los cíngaros vencidos por el sueño se fueron retirando poco a poco a descansar a sus carromatos.
   Una vez que se quedaron a solas el hada y la anciana, la joven que no había pronunciado ni una palabra durante toda la noche le preguntó:
   _¿En qué año estamos?.

La anciana que era muy sabía, intuía que esa maravillosa criatura que brillaba con una luz muy especial no era de este mundo, y sin que la pregunta la sorprendiera, la cíngara tranquilamente respondió:
   _En 1862, ¿cómo te llamas?.
   El hada se quedó cayada.
   _¿No quieres decírmelo?, ¿o es que no puedes decirlo?.No, claro que no puedes decírmelo. Escucha, no se que has venido a buscar, pero te contare una historia que quizás pueda ayudarte.

Con un leño agitó las últimas brasas de la hoguera y echó un tronco, las llamas se avivaron y ella comenzó su historia.
   _En mi pueblo, cuentan una historia que pasa de padres a hijos y así desde tiempos inmemoriables, dice así:
   _Desde el comienzo de los tiempos, las almas viven en un lugar donde todo es equilibrio y perfección, donde todo comienza desde la eternidad, porque proceden de un creador llamado Amor. Cuando las personas vienen a este mundo, nunca vienen solas, pues un alma de ese lugar se divide en dos y cada mitad ocupa a una de esas personas para darle vida, pero sucede que no siempre coinciden en el tiempo, y se toman incluso más de una vida para volver a encontrarse y volver juntas al lugar de donde proceden. Por eso cada persona tiene que buscar su propio camino para reencontrarse con su alma gemela. Y sucede un milagro, en el instante en que se encuentran, al momento se reconocen y ya no vuelven a separarse nunca más. Puede que la encuentres en otro cuerpo, con otro rostro y otro nombre, pero si la encuentras en seguida lo sabrás. Se hace tarde, vamos a descansar, mañana al alba emprenderemos nuestro camino.

La anciana no se equivocó, al amanecer nuestra hada ya se había ido. Dejó al grupo de cíngaros y siguió su camino.
   
Permaneció entre los humanos durante mucho tiempo. Conoció todo lo malo y todo lo bueno que había en ellos, y desde que ella tenía corazón, comprendió que las personas sufrían mucho y que en sus manos estaba que el mundo funcionase mejor, pero ellos aun no lo sabían. También aprendió por que existían ellas, las hadas, las personas necesitaban un poco de ayuda a la hora de cumplir sus deseos, y eso solo lo pueden conceder ellas. Descubrió que las personas si eran felices con sus sueños realizados eran más buenas con los demás. Para ella los seres humanos eran hermosas y frágiles cajitas llenas de sentimientos.

Anduvo por toda la tierra y por donde iba hacía amigos, permanecía un tiempo en un lugar, pero siempre tenía que marcharse, pues la gente envejecía a su alrededor, mientras que ella permanecía igual, ya que las hadas viven mucho, mucho tiempo, y antes de que sospecharan sobre su naturaleza, tenía que partir hacía otro lugar y las despedidas le partían el corazón. ¡ Había llegado a querer demasiado al ser humano !.
   
Y un buen día, supo que estaba cansada, y sintió nostalgia de su mundo, pensó que era hora de regresar a casa. Pero se iba de este mundo con una pena infinita, ¡no había encontrado al amor de su vida!, y eso la entristecía. 
 Decidió volver al valle de donde salió una vez hace siglos. Allí se encontraría con una de sus hermanas que la acompañaría de regreso a su mundo. 

Llegó una mañana fría de Enero de 2016. Cuando bajó del autobús, se quedó mirando con ternura aquel precioso pueblo, que antaño había sido su pequeña y querida aldea.
Le llamó la atención una librería preciosa y entró, la temática de los libros, eran las hadas. Cogió uno y después de hojearlo, sonrío, al comprobar lo poco que sabían los seres humanos acerca de ellas. Leyó un párrafo donde decían que ellas no tenían alma. -¿Como no vamos a tener alma?, ¡si somos espíritus de la naturaleza!, ¡claro que tenemos!, un alma distinta, pero alma al fin y al cabo. ¡Todos somos hijos de esta hermosa creación!.

Dejó el libro distraída y al girar para marcharse, tropezó con una montaña de libros que la dejó sentada en el suelo, y detrás de los libros estaba un chico muy preocupado, que se agachó para ayudarla a levantarse:
   _¡Lo siento, no sabes cuánto lo siento!, ¿te has hecho daño?, ¿qué puedo hacer para que me perdones?.
   _No te preocupes, no ha sido nada.
   _¿Por qué no me esperas en el manantial de las hadas mientras ordeno este caos?.
    _ ¿En el manantial de las hadas?.
   _ Sí, en la cafetería que está justo al otro lado de la calle. ¡No tardo nada, te invito a un chocolate caliente!.
   _Eres muy amable, pero no es necesario. Gracias de todas formas. 
   _Por favor, insisto.

El hada que fue a buscarla, la encontró en la cafetería sentada junto a la chimenea. Al principio le fue difícil reconocerla, había perdido parte de su belleza, sin embargo, aun guardaba restos de lo que era, como su cabello largo del color de la corteza de los árboles, y sus ojos verdes brillantes como los primeros brotes de las hojas en primavera. Fue a acercarse, cuando detuvo sus pasos porque un joven se acercó a su hermana. Y lo que nadie pudo ver salvo ella la dejó , ¡maravillada!.

El hada pequeña se puso de pie para recibir al joven , y en un instante, el aura de color amarillo de ella brilló como el sol en un día de verano, y la de él de un azul índigo, abrazó aquel sol, fundiéndose ambas en una llamarada violeta. ¡Dos almas se habían reconocido , y se fundieron en una sola para no separarse nunca más!. El aura violeta se fue haciendo cada vez más luminosa y fue invadiendo el interior de su hermana, entonces comprendió, que ya no tenia nada que hacer allí. Entristeció porque en su mundo habían perdido a una de sus hermanas, pero tal vez Titania ya lo sabía.
   _¡Hola, ya estoy aquí!.
   El hada pequeña, miró su cara y en sus ojos, ¡había algo tan familiar!.

El miró también sus ojos y no podía explicarse qué era lo que estaba sintiendo. 

Se quitó el gorro y los guantes de lana y le ofreció su mano para presentarse. Al roce de sus manos, la luz que se había apagado hace mucho tiempo en el interior de ella, se encendió de pronto y la música de su corazón sonó alta y clara. Y entonces él dijo:
   _No sé, te parecerá una locura, ¡pero tengo la extraña sensación de conocerte desde siempre!.
   Ella sonrío y burlona contestó:
   _¡Sí, nos conocemos desde la eternidad!.
   _ Me llamo Yoel.
   _Aritovi.     


                            FIN
                                         
                                                                                                                         
                                                                                                                      
                                                                                                                                 
                                                                                                              






      Este cuento esta dedicado a una 
      persona muy especial en mi vida,
     a mi madre, que toda su vida fue 
     mi hada Madrina.