viernes, 12 de diciembre de 2014

¡CUANDO A TU RANA LE CREZCA EL PELO!

                                                                                                                                                         
                                                                         UN CUENTO PARA PEQUES

¡CUANDO A TU RANA LE CREZCA EL PELO!





Erase una vez....una ranita llamada Clarita. Vivía en una gran charca, pero hacía mucho tiempo que no llovía y la charca se seco.
         Su amiga la ardilla Katufina le dijo: -¿ Por qué no te vas a vivir a otra charca donde haya más ranas?.
     Y Clarita no tuvo más remedio que aceptar el consejo y abandonar el lugar donde había nacido.
      Iba saltando por un camino, cuando por su lado pasó un chico que casi le da un pisotón.
     -¡Eh! ¡Ten más cuidado, a ver si miras por donde vas!.
      El chico se detuvo y se agachó para ver quién había hablado.
      -¡Oh! perdona, no te había visto. -¿Cómo te llamas pequeña ranita?.
    -Mi nombre es Clarita.
    -¿Y a dónde vas con tanta prisa?.
    -A buscar una charca donde vivir.
    -Si quieres, puedes venir conmigo, vivo en aquel castillo y tengo un estanque muy grande donde podrás vivir feliz.
    A Clarita le pareció una idea estupenda y se fue con él.
    - ¿Y tú cómo te llamas?.
    - Soy el príncipe Martín, pero para ti, Martín a secas.
    Al príncipe Martín, le había caído muy bien Clarita, era muy simpática y también era bonita, con su color verde limón y sus grandes ojos saltones. 
    Al poco tiempo de vivir en el castillo, Martín y Clarita se hicieron muy buenos amigos, no se separaban ni un segundo. Clarita siempre iba con él a todas partes sentada en su hombro.
    Pasado un tiempo, el príncipe, que estaba en edad de comprometerse con alguna de las princesitas del reino, aprovechó el día de su cumpleaños para invitar a merendar a la princesita Margarita, que era la que más le gustaba a pesar de su mal genio.
   Cuando estaban merendando, Martín sirviéndole una taza de té le preguntó:
   - ¿ Margarita, te quieres casar conmigo ?.
   Pero a la princesita no le gustaba el príncipe, y menos aún la rana que siempre llevaba en el hombro. Y ni corta, ni perezosa le contestó:
   - ¡Já! ¡Cuando a tu rana le crezca el pelo!.
   Y se marchó dejando al pobre Martín con la boca abierta.
   Llegó la noche y Clarita  no podía conciliar el sueño dándole vueltas a su cabecita pensando cómo podría ayudar a su amigo.
    Y sin decir palabra, saltito a saltito se fue por esos caminos de Dios para buscar una solución.
   Por la mañana, estaba descansando sobre una piedra, cuando vio que se acercaba un carromato. En su parte delantera había un gran letrero donde ponía: "MAGO PERICO, A SU SERVICIO".
   Clarita dio un salto de alegría.
   -¡Un mago, él tiene la solución!.
   Y muy ilusionada se acercó al carromato, que en ese momento estaba parado, porque el mago estaba desayunando.
   Clarita, saltito a saltito se acercó al mago que no medía ni dos palmos. Era muy regordete, con una gran panza y una cabeza muy gorda, donde llevaba muy bien encajada hasta las orejas, una chistera muy grande.
   -¡Hola señor mago!.
   -¡Hola pequeña ranita!, ¿qué te trae por aquí?.
   -¡Oh!, ¿podría hacer, que de mi cabecita brotase una hermosa cabellera?.
   -¡Uf! ¡cuánto lo siento querida ranita!, pero de mi chistera sólo sé sacar conejos, pañuelos, y palomas. Si yo pudiese hacer lo que me pides, ¿crees que estaría como estoy?.
   Y se quitó la chistera y Clarita muy desilusionada, descubrió que tenía la cabeza pelada como una bombilla.
   Clarita se quedó muda, y dando media vuelta, mientras saltaba iba murmurando:
   -¡Mago de pacotilla!.
   Siguió saltando y pasó por un pueblo, sus pobres anquitas las tenía tan magulladas de tanto saltar, que decidió ir a una farmacia para comprarse unas tiritas.
   Cuando estuvo a punto de pedirlas, vio que en una estantería, había un gran bote con una etiqueta que decía: "Crece pelos", y muy contenta se dijo.
   -¡Ahí está la solución!.
   Se alejó del pueblo y en medio del campo, se vertió todo el contenido del frasco. Al momento le entraron unos picores y un escozor, que comenzó a dar saltos sin ton ni son. Y de repente comenzó a crecerle una gran cantidad de pelo por todo el cuerpo sin control, y se convirtió en una bola de pelos, lo único que se le veía, eran sus anquitas verde limón.
   -¡Joooh!, ¡esto no es lo que yo quería!.
   Dio media vuelta y saltito a saltito llegó a su antigua charca. La ardilla Katufina desde su rama, vio que se acercaba una cosa extraña, y cuando vio las anquitas de la ranita preguntó:
   -¿Clarita eres tú?, ¿qué te ha pasado?.
   -¡Es largo de contar!, yo quería una hermosa cabellera y mira en lo que me he convertido.
   -¿Por qué no vas a ver a la brujita Guillermina?. Seguro que ella puede ayudarte, y además no vive muy lejos de aquí.
   -¿Una bruja?, ¡me dan mucho miedo las brujas!. Pero si no hay más remedio...¡Todo sea por buen amigo!.
   Y saltito a saltito se dirigió hacia allí. Cuando llegó, ya no tenía ni un solo pelo, con tantos saltos, el pelo se le fue cayendo por el camino y se dijo:
   -Esto debe de ser el efecto secundario del frasco.
   Una vez allí, se encontró una casita muy destartalada y en un buzón leyó: "Casa de la bruja Guillermina, no se admiten visitas sin cita previa".
   Es aquí, pensó Clarita, vio la puerta abierta, se armó de valor y se coló sin llamar.
   -¡Hola! ¿hay alguien aquí?.
   -¿Quién se ha atrevido a entrar en mi casa sin mi permiso?.
   Clarita al oír esto, del miedo que tenia, perdió su color verde y se puso blanca como la nieve.
   Escuchó unos tacones y del fondo oscuro de la habitación, apareció una bruja, que más bien, parecía una niña disfrazada de bruja. Era muy joven, casi una niña, a pesar de haber cumplido ya los 107 años. Pero aún así era una bruja, se dijo la ranita.
   Guillermina que era muy bromista, nada más ver a Clarita y el miedo que reflejaba su carita, para asustarla aún más, abrió mucho la boca y exclamó:
   -¡OOOH! ¡qué hermosas ancas tienes!.
   Las anquitas de Clarita, temblaban como la gelatina.
   -¡Oh, no! ¡mis anquitas, las quiere para hacer pócimas con ellas!, murmuró bajito.
   Pero Guillermina que se había enterado, comenzó a reírse al ver la cara de circunstancia que se le ponía a la pobre Clarita.
   -¡Tranquila que no voy a comerte!, además yo soy vegetariana, ¿a qué has venido?.
   -¿Podrías hacer que en mi pelada cabecita, creciera una hermosa cabellera?.
   -¡Ja,ja, ja!.
   Más se reía la brujita, pues jamás le habían pedido una cosa tan insólita.
   -Quisiera ayudarte, pero no puedo. Me falta un ingrediente muy importante para hacer la pócima "crece pelos".
   -¿Y no hay forma de conseguirlo?.
   -¡Claro que sí!, -dijo Guillermina- pero tendrás que ir a buscarlo tu solita, ya que las escatimas se encuentran en la montaña mágica Sarison donde viven las hadas sonrientes, y todo el mundo sabe, que hadas y brujas no se llevan nada bien.
   -¿Qué son las escatimas?.
   -Es el fruto de un árbol que solo crece uno un día al año.
   -¿Y está bueno?.
   -Es una fruta que tiene un sabor muy raro, lo mismo sabe a fresa, que sabe a plátano.
   Y Clarita, montada en el mirlo blanco de Guillermina se dirigió hacia Sarison.
   Cuando Clarita llegó, todas las hadas hicieron palmas al ver a la ranita dar un espectacular salto para bajarse del pájaro.
   -¡Ah!, ¡qué ranita más saltarina! -dijeron algunas hadas, y las más pequeñas se abalanzaron contra ella gritando:
   -¡Es mía!
   -¡No, es mía!.
   A Clarita la tenían cogida entre varias hadas chiquitinas, que tiraban de ella y la estiraban como un chicle, incluso una de ellas, llegó a meterle un dedo en el ojo, que un poco más y la deja tuerta.
   -¡Basta niñas, dejad en paz a la pobre ranita!- dijo una de las mamás hadas.
   -¿Qué deseas pequeña ranita?- Preguntó otra hada de color naranja.
   -¡Hola!, me llamo Clarita y por favor, quisiera una escatima.
   -¡Oh¡-dijo el hada azul- pero para conseguirla tienes que hacer algo que nos guste y nos haga sonreír, sino el árbol escatimaniense no dará su fruto.
   Clarita pensó qué podía hacer. Se subió al tronco de un árbol cortado para que todas las hadas la pudiesen ver bien, se colocó una flor en la cabeza, y comenzó a cantar con su croar más bonito y a pleno pulmón la canción del grillito cri, cri,cri, cogiéndose el compás con palmas y saltos, y al segundo se le unieron dos saltamontes, una oruga y una mariquita para hacerle la coreografía. 
   La actuación les salió tan bien, que las hadas estaban encantadas y todas ellas exclamaban:
  -¡Otra! ¡otra!....
    Y Clarita se sintió tan a gusto cantando para un público tan entregado, que comenzó otra canción, la del pollito Crispín y luego la de la gatita Carlota, y así cantó hasta diez canciones.
   Las hadas no paraban de aplaudir y de sonreír. Le tiraban flores al escenario y la aclamaban como a una artista diciendo:
   -¡Bravo! ¡bravo!....
    Clarita saludaba entusiasmada haciendo reverencias y lanzando besos al aire.
  -¡Gracias, muchas gracias!.
   Hasta el árbol escatimaniense sonreía y ese día, no sólo dio un fruto, ni dos, ni tres, sino que dio hasta diez escatimas.
   Cuando las hadas se despidieron de Clarita, le entregaron una cesta llena de escatimas, y Clarita les hizo la promesa de que volvería a visitarlas otro día con un repertorio de nuevas canciones.
   Guillermina al ver la cesta repleta, se quedó sorprendida, jamás las hadas sonrientes habían sido tan generosas.
   Entonces comenzó a preparar la pócima mágica en su nueva batidora. Echó un poco de aquí, otro poco de allá y la mitad de una escatima, y el resultado fue un delicioso batido de chocolate que Clarita se zampó del tirón.
   -¡Uuum! ¡está riquííísimo!.
   Al poco tiempo, la pócima comenzó a hacer su efecto, Clarita fue notando un escalofrío y comenzó a ponerse amarilla, luego rosa, después roja y por último le entró un hipo, que la hacía dar saltos hacia atrás. Y más tarde, se vio envuelta en una nube de estrellitas brillantes de colores y seguidamente de su cabecita, comenzó a salir burbujitas de jabón y de cada una de ellas al estallar, nacía un mechón de pelo.
   La brujita le dio un espejo para que se mirase y Clarita entusiasmada comprobó que tenía una frondosa cabellera de color turquesa. La ranita sorprendida no daba crédito a lo que estaba viendo, y para asegurarse de que era real, se tiró del pelo para comprobar que no era una peluca.
   -¡Gracias Guillermina! y Clarita se abrazó a ella.
   -¡Oh!, no es nada -contestó la brujita emocionada- pásate por aquí cuando necesites cualquier otra cosa.
   Y Clarita muy contenta se despidió de ella y se dirigió al castillo.
   Al llegar, se encontró que Martín y Margarita la estaban buscando como locos. Hacia cuatro días que andaba desaparecida. Cuando la vieron llegar, se miraron los dos a la cara y con los ojos como platos se echaron a reír :
   -¿Dónde te habías metido? ¡estaba muy preocupado por ti!- dijo Martín.
   -¡Es largo de contar!.
   -¡Qué bonita estas!- dijo Margarita.
   Y Clarita con una cara muy seria, dando un salto se puso en la palma de la mano de la princesita y le dijo:
   -¡Contigo quería yo hablar!- y con un movimiento de cabeza, agitó su melena al viento como en un anuncio de champú- ¿ves este hermoso pelo?.
   -Sí.
   -¡Pues ya no tienes excusa para casarte con mi amigo Martín!.
   Y Margarita riéndose contestó:
   -¡Y aunque no hubieses conseguido tu hermoso pelo, también me hubiese casado con él!.
   Porque mientras Margarita y Martín buscaban a Clarita, se fueron conociendo y al final se gustaron.
   Al mes se celebró la boda, y ese día, Clarita se fue a la peluquería, quería estar monísima para ese gran evento, ya que ella era una de las damas de honor, y lo consiguió, pues fue la dama de honor más bonita de todas, luciendo en su cabecita una hermosa cabellera de color turquesa.
             ¡Y turquesín, turquesado, este cuento se ha acabado!
               


                                          FIN


                                                                           Para Julia.