viernes, 12 de diciembre de 2014

¡CUANDO A TU RANA LE CREZCA EL PELO!

                                                                                                                                                         
                                                                         UN CUENTO PARA PEQUES

¡CUANDO A TU RANA LE CREZCA EL PELO!





Erase una vez....una ranita llamada Clarita. Vivía en una gran charca, pero hacía mucho tiempo que no llovía y la charca se seco.
         Su amiga la ardilla Katufina le dijo: -¿ Por qué no te vas a vivir a otra charca donde haya más ranas?.
     Y Clarita no tuvo más remedio que aceptar el consejo y abandonar el lugar donde había nacido.
      Iba saltando por un camino, cuando por su lado pasó un chico que casi le da un pisotón.
     -¡Eh! ¡Ten más cuidado, a ver si miras por donde vas!.
      El chico se detuvo y se agachó para ver quién había hablado.
      -¡Oh! perdona, no te había visto. -¿Cómo te llamas pequeña ranita?.
    -Mi nombre es Clarita.
    -¿Y a dónde vas con tanta prisa?.
    -A buscar una charca donde vivir.
    -Si quieres, puedes venir conmigo, vivo en aquel castillo y tengo un estanque muy grande donde podrás vivir feliz.
    A Clarita le pareció una idea estupenda y se fue con él.
    - ¿Y tú cómo te llamas?.
    - Soy el príncipe Martín, pero para ti, Martín a secas.
    Al príncipe Martín, le había caído muy bien Clarita, era muy simpática y también era bonita, con su color verde limón y sus grandes ojos saltones. 
    Al poco tiempo de vivir en el castillo, Martín y Clarita se hicieron muy buenos amigos, no se separaban ni un segundo. Clarita siempre iba con él a todas partes sentada en su hombro.
    Pasado un tiempo, el príncipe, que estaba en edad de comprometerse con alguna de las princesitas del reino, aprovechó el día de su cumpleaños para invitar a merendar a la princesita Margarita, que era la que más le gustaba a pesar de su mal genio.
   Cuando estaban merendando, Martín sirviéndole una taza de té le preguntó:
   - ¿ Margarita, te quieres casar conmigo ?.
   Pero a la princesita no le gustaba el príncipe, y menos aún la rana que siempre llevaba en el hombro. Y ni corta, ni perezosa le contestó:
   - ¡Já! ¡Cuando a tu rana le crezca el pelo!.
   Y se marchó dejando al pobre Martín con la boca abierta.
   Llegó la noche y Clarita  no podía conciliar el sueño dándole vueltas a su cabecita pensando cómo podría ayudar a su amigo.
    Y sin decir palabra, saltito a saltito se fue por esos caminos de Dios para buscar una solución.
   Por la mañana, estaba descansando sobre una piedra, cuando vio que se acercaba un carromato. En su parte delantera había un gran letrero donde ponía: "MAGO PERICO, A SU SERVICIO".
   Clarita dio un salto de alegría.
   -¡Un mago, él tiene la solución!.
   Y muy ilusionada se acercó al carromato, que en ese momento estaba parado, porque el mago estaba desayunando.
   Clarita, saltito a saltito se acercó al mago que no medía ni dos palmos. Era muy regordete, con una gran panza y una cabeza muy gorda, donde llevaba muy bien encajada hasta las orejas, una chistera muy grande.
   -¡Hola señor mago!.
   -¡Hola pequeña ranita!, ¿qué te trae por aquí?.
   -¡Oh!, ¿podría hacer, que de mi cabecita brotase una hermosa cabellera?.
   -¡Uf! ¡cuánto lo siento querida ranita!, pero de mi chistera sólo sé sacar conejos, pañuelos, y palomas. Si yo pudiese hacer lo que me pides, ¿crees que estaría como estoy?.
   Y se quitó la chistera y Clarita muy desilusionada, descubrió que tenía la cabeza pelada como una bombilla.
   Clarita se quedó muda, y dando media vuelta, mientras saltaba iba murmurando:
   -¡Mago de pacotilla!.
   Siguió saltando y pasó por un pueblo, sus pobres anquitas las tenía tan magulladas de tanto saltar, que decidió ir a una farmacia para comprarse unas tiritas.
   Cuando estuvo a punto de pedirlas, vio que en una estantería, había un gran bote con una etiqueta que decía: "Crece pelos", y muy contenta se dijo.
   -¡Ahí está la solución!.
   Se alejó del pueblo y en medio del campo, se vertió todo el contenido del frasco. Al momento le entraron unos picores y un escozor, que comenzó a dar saltos sin ton ni son. Y de repente comenzó a crecerle una gran cantidad de pelo por todo el cuerpo sin control, y se convirtió en una bola de pelos, lo único que se le veía, eran sus anquitas verde limón.
   -¡Joooh!, ¡esto no es lo que yo quería!.
   Dio media vuelta y saltito a saltito llegó a su antigua charca. La ardilla Katufina desde su rama, vio que se acercaba una cosa extraña, y cuando vio las anquitas de la ranita preguntó:
   -¿Clarita eres tú?, ¿qué te ha pasado?.
   -¡Es largo de contar!, yo quería una hermosa cabellera y mira en lo que me he convertido.
   -¿Por qué no vas a ver a la brujita Guillermina?. Seguro que ella puede ayudarte, y además no vive muy lejos de aquí.
   -¿Una bruja?, ¡me dan mucho miedo las brujas!. Pero si no hay más remedio...¡Todo sea por buen amigo!.
   Y saltito a saltito se dirigió hacia allí. Cuando llegó, ya no tenía ni un solo pelo, con tantos saltos, el pelo se le fue cayendo por el camino y se dijo:
   -Esto debe de ser el efecto secundario del frasco.
   Una vez allí, se encontró una casita muy destartalada y en un buzón leyó: "Casa de la bruja Guillermina, no se admiten visitas sin cita previa".
   Es aquí, pensó Clarita, vio la puerta abierta, se armó de valor y se coló sin llamar.
   -¡Hola! ¿hay alguien aquí?.
   -¿Quién se ha atrevido a entrar en mi casa sin mi permiso?.
   Clarita al oír esto, del miedo que tenia, perdió su color verde y se puso blanca como la nieve.
   Escuchó unos tacones y del fondo oscuro de la habitación, apareció una bruja, que más bien, parecía una niña disfrazada de bruja. Era muy joven, casi una niña, a pesar de haber cumplido ya los 107 años. Pero aún así era una bruja, se dijo la ranita.
   Guillermina que era muy bromista, nada más ver a Clarita y el miedo que reflejaba su carita, para asustarla aún más, abrió mucho la boca y exclamó:
   -¡OOOH! ¡qué hermosas ancas tienes!.
   Las anquitas de Clarita, temblaban como la gelatina.
   -¡Oh, no! ¡mis anquitas, las quiere para hacer pócimas con ellas!, murmuró bajito.
   Pero Guillermina que se había enterado, comenzó a reírse al ver la cara de circunstancia que se le ponía a la pobre Clarita.
   -¡Tranquila que no voy a comerte!, además yo soy vegetariana, ¿a qué has venido?.
   -¿Podrías hacer que en mi pelada cabecita, creciera una hermosa cabellera?.
   -¡Ja,ja, ja!.
   Más se reía la brujita, pues jamás le habían pedido una cosa tan insólita.
   -Quisiera ayudarte, pero no puedo. Me falta un ingrediente muy importante para hacer la pócima "crece pelos".
   -¿Y no hay forma de conseguirlo?.
   -¡Claro que sí!, -dijo Guillermina- pero tendrás que ir a buscarlo tu solita, ya que las escatimas se encuentran en la montaña mágica Sarison donde viven las hadas sonrientes, y todo el mundo sabe, que hadas y brujas no se llevan nada bien.
   -¿Qué son las escatimas?.
   -Es el fruto de un árbol que solo crece uno un día al año.
   -¿Y está bueno?.
   -Es una fruta que tiene un sabor muy raro, lo mismo sabe a fresa, que sabe a plátano.
   Y Clarita, montada en el mirlo blanco de Guillermina se dirigió hacia Sarison.
   Cuando Clarita llegó, todas las hadas hicieron palmas al ver a la ranita dar un espectacular salto para bajarse del pájaro.
   -¡Ah!, ¡qué ranita más saltarina! -dijeron algunas hadas, y las más pequeñas se abalanzaron contra ella gritando:
   -¡Es mía!
   -¡No, es mía!.
   A Clarita la tenían cogida entre varias hadas chiquitinas, que tiraban de ella y la estiraban como un chicle, incluso una de ellas, llegó a meterle un dedo en el ojo, que un poco más y la deja tuerta.
   -¡Basta niñas, dejad en paz a la pobre ranita!- dijo una de las mamás hadas.
   -¿Qué deseas pequeña ranita?- Preguntó otra hada de color naranja.
   -¡Hola!, me llamo Clarita y por favor, quisiera una escatima.
   -¡Oh¡-dijo el hada azul- pero para conseguirla tienes que hacer algo que nos guste y nos haga sonreír, sino el árbol escatimaniense no dará su fruto.
   Clarita pensó qué podía hacer. Se subió al tronco de un árbol cortado para que todas las hadas la pudiesen ver bien, se colocó una flor en la cabeza, y comenzó a cantar con su croar más bonito y a pleno pulmón la canción del grillito cri, cri,cri, cogiéndose el compás con palmas y saltos, y al segundo se le unieron dos saltamontes, una oruga y una mariquita para hacerle la coreografía. 
   La actuación les salió tan bien, que las hadas estaban encantadas y todas ellas exclamaban:
  -¡Otra! ¡otra!....
    Y Clarita se sintió tan a gusto cantando para un público tan entregado, que comenzó otra canción, la del pollito Crispín y luego la de la gatita Carlota, y así cantó hasta diez canciones.
   Las hadas no paraban de aplaudir y de sonreír. Le tiraban flores al escenario y la aclamaban como a una artista diciendo:
   -¡Bravo! ¡bravo!....
    Clarita saludaba entusiasmada haciendo reverencias y lanzando besos al aire.
  -¡Gracias, muchas gracias!.
   Hasta el árbol escatimaniense sonreía y ese día, no sólo dio un fruto, ni dos, ni tres, sino que dio hasta diez escatimas.
   Cuando las hadas se despidieron de Clarita, le entregaron una cesta llena de escatimas, y Clarita les hizo la promesa de que volvería a visitarlas otro día con un repertorio de nuevas canciones.
   Guillermina al ver la cesta repleta, se quedó sorprendida, jamás las hadas sonrientes habían sido tan generosas.
   Entonces comenzó a preparar la pócima mágica en su nueva batidora. Echó un poco de aquí, otro poco de allá y la mitad de una escatima, y el resultado fue un delicioso batido de chocolate que Clarita se zampó del tirón.
   -¡Uuum! ¡está riquííísimo!.
   Al poco tiempo, la pócima comenzó a hacer su efecto, Clarita fue notando un escalofrío y comenzó a ponerse amarilla, luego rosa, después roja y por último le entró un hipo, que la hacía dar saltos hacia atrás. Y más tarde, se vio envuelta en una nube de estrellitas brillantes de colores y seguidamente de su cabecita, comenzó a salir burbujitas de jabón y de cada una de ellas al estallar, nacía un mechón de pelo.
   La brujita le dio un espejo para que se mirase y Clarita entusiasmada comprobó que tenía una frondosa cabellera de color turquesa. La ranita sorprendida no daba crédito a lo que estaba viendo, y para asegurarse de que era real, se tiró del pelo para comprobar que no era una peluca.
   -¡Gracias Guillermina! y Clarita se abrazó a ella.
   -¡Oh!, no es nada -contestó la brujita emocionada- pásate por aquí cuando necesites cualquier otra cosa.
   Y Clarita muy contenta se despidió de ella y se dirigió al castillo.
   Al llegar, se encontró que Martín y Margarita la estaban buscando como locos. Hacia cuatro días que andaba desaparecida. Cuando la vieron llegar, se miraron los dos a la cara y con los ojos como platos se echaron a reír :
   -¿Dónde te habías metido? ¡estaba muy preocupado por ti!- dijo Martín.
   -¡Es largo de contar!.
   -¡Qué bonita estas!- dijo Margarita.
   Y Clarita con una cara muy seria, dando un salto se puso en la palma de la mano de la princesita y le dijo:
   -¡Contigo quería yo hablar!- y con un movimiento de cabeza, agitó su melena al viento como en un anuncio de champú- ¿ves este hermoso pelo?.
   -Sí.
   -¡Pues ya no tienes excusa para casarte con mi amigo Martín!.
   Y Margarita riéndose contestó:
   -¡Y aunque no hubieses conseguido tu hermoso pelo, también me hubiese casado con él!.
   Porque mientras Margarita y Martín buscaban a Clarita, se fueron conociendo y al final se gustaron.
   Al mes se celebró la boda, y ese día, Clarita se fue a la peluquería, quería estar monísima para ese gran evento, ya que ella era una de las damas de honor, y lo consiguió, pues fue la dama de honor más bonita de todas, luciendo en su cabecita una hermosa cabellera de color turquesa.
             ¡Y turquesín, turquesado, este cuento se ha acabado!
               


                                          FIN


                                                                           Para Julia.       
                                                                     

   
   
   



   
   

                    

jueves, 25 de septiembre de 2014

EL NIÑO AL QUE NO LE GUSTABAN LOS BESOS



 EL NIÑO AL QUE NO LE GUSTABAN LOS BESOS 

     Daniel era un niño de unos diez años, y como todos los niños de su edad, era travieso, alegre, y le gustaba ir al colegio. Allí tenía a su mejor amigo Alex, con el que compartía la gran aficción del fútbol y los vídeo-juegos. Pero sobre todo, su gran pasión era coleccionar cajas. No importaban del tipo que fuesen, de cartón, de lata, de madera, grandes o pequeñas.
Lo que no le gustaba eran los besos. Pensaba que era una tontería, eso de hacer "mua" con la boca y sobre todo no le gustaban los besitos de su hermana pequeña, que cuando lo besaba, se quitaba el chupe y en su mejilla dejaba o bien un cerco de baba y sino de mermelada.
     Como todos los días, a las ocho menos cuarto de la mañana, se levantaba ya preparado para ir al colegio, desayunaba y ya estaba listo para la gran tortura de todas las mañanas. Aguantar el beso de despedida de sus padres, de su abuelo y de su hermana.
         El ponía su cara y la arrugaba como si los besos le quemaran, pero aún así, se dejaba besar. Una vez que salía de casa, con gran disimulo se limpiaba la cara con la mano, borrando todo rastro de los besos que le habían dado.
            Su madre lo sabía, pero no por eso se daba por vencida.
    _¿Papá, crees que algún día cambiará?- Le preguntó a su padre un poco entristecida.
     _¡No lo dudes ni por un momento!_ Contestó el abuelo de Daniel_ ¡Tienes que tener un poco de paciencia!, ¡es la edad, está creciendo muy deprisa y se siente muy mayor!.
        Daniel  para ir al colegio, siempre tomaba un atajo y atravesaba un parque. Le gustaba esa hora de la mañana, y dar su paseo matutino antes de llegar a clase. A esa hora, se encontraba el parque recién regado, todo estaba en silencio, sólo se oían el canto de los pájaros y el ruido que hacían Bartolo y Tomás, los jardineros encargados de mantener el parque en perfecto estado.
           _¡Daniel, buenos días!_ dijo Bartolo.
           _¡Hola!_ contestó el niño, levantando la mano para saludar, y siguió su camino.
             A unos cuantos metros, vio que en uno de los bancos próximos a él, había una anciana sentada. Estaba echando migas de pan a las palomas y trataba con mucho esfuerzo de coger un trozo de pan que se le había caído.
            Daniel se apresuró a cogerlo y se lo entregó en la mano a la vez que se sentaba junto a ella.
               _¡Gracias hijo!._Dijo la anciana con una voz suave y melodiosa cargada de amabilidad.
                 _No tiene importancia.
              La anciana siguió tranquilamente desmigando el pan, como si   tuviese todo el tiempo del mundo, y Daniel se limitó a ver a las palomas comer junto con algunos gorriones que se habían invitado al festín.
               De observar a las palomas, pasó a mirar de reojo a la anciana. Tenía un aspecto muy peculiar. Iba vestida con un traje largo de un tejido precioso y muy ligero, de color azul cielo como sus ojos y un estampado de flores con pajaritos diminutos de muchísimos colores, parecía que   la primavera se hubiese instalado en aquel maravilloso vestido, que daba a su rostro una serena alegría, haciendo que pareciese mucho más joven de lo que en realidad era, a pesar de su hermoso cabello blanco, al que tenía recogido en un gracioso moño, prendido con una gran pinza con perlitas blancas incrustadas en ella.
        La anciana con una sonrisa dibujada en la cara miró a Daniel, y sacudiéndose las migas de pan de su vestido, volvió a sonar aquella agradable voz para decir:
      _¡Bueno jovencito! tengo que marcharme, mis amigas las palomas ya han desayunado, así que yo también voy a hacer lo mismo.
       _¿No es usted de por aquí verdad?
        _No, solo estoy de paso. He venido a pasar unos días con mi nieta.
        Y la señora, levantándose cogió su bolso y se despidió de él.
       _¡Adiós! dijo Daniel, quedándose un poco más de tiempo distraído mirando a las palomas. Cuando miró su reloj eran ya las nueve menos cuarto. Jamás había llegado tarde al colegio. Apresuradamente se levantó y su mano tropezó con una caja. La cogió con prisas y buscó con su mirada a la anciana por todas partes, pero no la encontró. Metió la caja en su mochila y salió disparado como una flecha.
       Su amigo Alex, cuando lo vio llegar corriendo, soltó una carcajada y dándole un codazo le preguntó:
    _ ¿Qué te ha ocurrido hoy? ¡eh! ¿se te han pegado las sábanas ésta mañana?.
       _¡No, no! sólo que me he distraído por el camino.
   Una vez dentro de clase, Daniel no podía concentrarse en los estudios. Sólo podía pensar en el encuentro con aquella mujer tan curiosa y en la caja que tenía guardada en su mochila.
    Pero a medida que transcurría la mañana, se fue olvidando, y más aún, en la hora del recreo, cuando iban perdiendo, jugando al fútbol contra el equipo de las chicas.
      Al llegar a su casa enfurruñado, cogió su merienda y subió a su cuarto a estudiar.
     Venía cargado de deberes que hacer y estudiar para un  examen de Mates que tenía al día siguiente.
       Se fue haciendo de noche, y su madre, viendo que no bajaba a cenar, le subió un vaso de leche y un sandwich de pollo. Depositando la bandeja en su mesa de estudios, le atusó el cabello y  le dio un cariñoso beso en la cabeza. Daniel apenas lo percibió, pero supo que su madre lo había besado. Y ésta vez no se lo quitó como hacia siempre.
    _¡No te acuestes tarde!
     _No mamá.¡Hasta mañana!.
      Se dispuso a meterse en la cama y apagó la luz, cuando de su mochila, comenzó a salir un pequeño destello de color rosa. Daniel sorprendido encendió la luz  y el destello desapareció. La apago de nuevo y allí estaba el resplandor rosado. Sobresaltado, se dirigió a oscuras al lugar de donde procedía la luz, y se dio cuenta de que provenía de su mochila. La abrió y se encontró con la caja que estaba toda envuelta por una luminosidad rosa.
       La tomó en sus manos y encendió la luz para poder examinarla con detenimiento._¡Cómo había podido olvidarse de ella! ¡era la caja más hermosa que nunca había tenido ante sus ojos!.
       Parecía que estaba hecha de un material muy frágil. Como si fuese a romperse de un momento a otro. Sus laterales tenían pintados motivos muy delicados de florecitas de varios colores, y en la tapa, estaba el dibujo de una preciosa niña, que protegía a su vez entre sus manos con mucha ternura otra caja, donde con letras en relieve decía :"GUARDABESOS" .
       Daniel levantó la tapa para ver que contenía su interior, y descubrió una pequeña mariposa de color rosa que brillaba en un rinconcito. ¡Se quedo maravillado!.
      Le dio vueltas a la caja buscando algún mecanismo que hiciera que la caja se iluminase de aquella forma. Pero no encontró ningún orificio donde se pudiese conectar con un cable a la electricidad, ni tampoco ninguna llave para darle cuerda como en las cajitas de música, ni ningún hueco con tapa donde colocar pilas. ¡Sin lugar a dudas era una caja extraordinaria!.
       Se metió en la cama y se quedó dormido con la caja entre las manos, alumbrando su carita como si de una linterna se tratara.
         Al poco tiempo de quedarse dormido, comenzó a soñar . Y se encontró en pijama en medio de un camino que conducía a un jardín. Al llegar a él, tuvo que separar unas ramas de madreselva para poder acceder dentro. Una vez allí, vio que una niña, más o menos de su edad, con un vestido blanco muy vaporoso y adornado con pequeñas estrellitas plateadas, bailaba en el centro de un cenador muy espacioso. Hecho de piedra blanca y descubierto por ocho arcos adornados todos ellos por guirnaldas de rosas blancas. El techo en forma de bóveda construido por cientos de cristales de colores, que formaban una hermosa composición geométrica  igual que cuando miras a través de un caleidoscopio.
         En el fondo del cenador, había tres mujeres ataviadas con ricas túnicas y de rostros angelicales. Una de ellas, estaba sentada en un banco de piedra tocando un arpa de oro, y las otras dos de pie, una tocaba una flauta de plata y la otra un violín de nácar.
    La niña al ver a Daniel, se dirigió hacía él con paso ligero y sonriendo le tendió las manos. Era la niña mas encantadora que Daniel había contemplado.
       Su rostro ovalado de una blancura semejante al de la nieve, y con unos ojos tan verdes y profundos como el fondo del mar, y todo su rostro enmarcado por unos cabellos largos del color de las castañas maduras y perfumados por una coronita de flores que portaba sobre su cabeza.
       _¡Baila conmigo!_ dijo la joven 
       _No sé bailar_ contestó el niño un poco avergonzado, no porque no supiese bailar, ¡que no sabía!, sino por lo ridículo que se encontraba en pijama.
       _¡No importa !, tú dejaté llevar por la música que tocan mis hermanas.
       Y la niña lo tomó de una mano y colocó la otra en su hombro. Al momento la música los  envolvió y bailaron sin ninguna dificultad, como si hubiesen bailado juntos toda la vida.
      Cuando acabaron, la niña cogió de la mano a Daniel y muy feliz le dijo:
       _ Ven, te enseñaré mi jardín.
        El hermoso jardín, estaba compuesto por miles de flores y árboles, todo dispuesto de una forma armoniosa rodeando un estanque, donde florecían los nenúfares blancos con sus grandes hojas verdes,  que sostenían a las ranas que junto con los grillos entonaban su particular melodía.
      Todos los lugares por donde pasaban estaban impregnados de fragancias, o bien por rosas, o por nardos, por el jazmín, por la dama de noche. Y los árboles grandes como el roble, la jacarandá,  los almendros, que daban cobijo a las pequeñitas luciérnagas, que brillaban en los huecos de sus pequeños hogares. Y todo el hermoso jardín estaba bañado por la suave luz plateada de la luna llena con carita de niña.
    _¿Vives aquí, en este fantástico lugar? _ preguntó el niño, sobrecogido por la belleza del jardín.
      _Sí, contestó la niña con tristeza. Es un hermoso lugar, pero nunca viene nadie a verme._ Y diciendo esto, sintió en su hombro una mano suave y detrás de ella una bonita voz de una de sus hermanas que le decía:
    _Tenemos que irnos, el amanecer llegará pronto. Despídete del niño humano._ Y la tomó de la mano tirando ligeramente de ella con suavidad.
    _¡Espera, déjame despedirme de él!. ¡Gracias por haber bailado conmigo!. ¿Puedo darte un beso de despedida?, ¡ya no volveremos a vernos!.
      Pero Daniel dudó unos segundos, y en esos preciosos segundos que perdió, la mujer se llevaba a la niña, y el jardín comenzó a difuminarse poco a poco, engulléndose en una niebla blanquecina. Lo último que pudo ver el niño antes de que desapareciera todo, fue la carita de la niña que miraba hacia atrás con sus grandes ojos verdes y la lagrima que caía de uno de ellos delatando la enorme tristeza que sentía.
     Daniel se despertó de golpe, con una extraña sensación de inquietud en el pecho. Recordaba el rostro triste de la niña, y eso le hizo pensar _ ¿  Y  su familia,  sentiría la misma tristeza cada vez que él no aceptaba un beso?.
      Cuando bajó a desayunar, a cada miembro de su familia fue poniéndole su mejilla para recibir un beso, y él lo mismo que los aceptaba también fue repartiéndolos.
     _¿Qué mosca te ha picado esta mañana?_ preguntó su abuelo sorprendido.
      _ ¡A mí ninguna!, ¿qué hay de malo en daros un beso?
         _No nada, no hay nada  de malo, al contrario. _ Dijo su abuelo sonriendo.
       Y  era verdad,no está tan mal eso de recibir y repartir besos, pensó Daniel también sonriendo.   
        Cuando se iba a marchar para el colegio, se acordó que se había dejado la mochila en su cuarto y subió a recogerla. Al abrir la puerta, no hizo falta ni siquiera encender la luz. Todo su cuarto estaba iluminado por muchos rayos de colores que procedían de la caja. La abrió, y de ella salieron mariposas brillantes cada una de un color, e hicieron un remolino al rededor de Daniel y con sus alas acariciaron suavemente las mejillas del niño, y entonces comprendió que había dos mariposas de color rosa, otra dorada y una plateada, y la última roja del color de la mermelada de fresa que comía su hermana.
     Rió alegremente y ya supo lo que pasaba. ¡Las mariposas eran besos!.Los besos que había recibido la noche anterior de su madre y los de esta mañana. ¡Eran tan hermosas, que se sintió feliz, así sin más!
    Cuando fue a cerrar la caja, todas las mariposas fueron entrando una a una, como hojas llevadas por una brisa de viento, y guardó aquel preciado tesoro en el cajón de su mesa, donde guardaba todas las cosas importantes.
       Por la tarde Daniel y su hermana estaban jugando, cuando llamaron a la puerta. Al abrir se quedó boquiabierto cuando vio ante sus ojos a la anciana del parque. Se quedó un poquito inmóvil, sin saber qué hacer, ni qué decir.
     Pero la anciana con su voz tranquila y sosegada habló por él.
     _¡Hola Daniel! ¿Creo que tienes una cosa que me pertenece?.
     _Sí _ contestó Daniel un poco apurado._ Intenté devolvérsela, pero no pude.
            _Sí, lo sé. Pero no te preocupes, sé que mí caja ha estado en buenas manos. ¿Ahora por favor me la devuelves?
             _¿Cómo ha sabido dónde vivo?.
              _¡Muy fácil!, mí nieta está en tu colegio, en un curso superior, y me ha dado tú dirección.
              _Espere por favor, voy a buscarla.
     Cuando se la entregó, su cara reflejaba un poco de tristeza, le costaba tanto desprenderse de esa maravillosa caja, y sin pensar  si quiera en lo que decía le preguntó:
              _¿Es usted un hada?.
               _No, Daniel, contestó la amable anciana sonriendo. Yo sólo soy  una abuela a la que le gustan mucho los besos.
                 _¿Y si no lo es, cómo es que tiene una caja así? ¿y por qué antes de conocerla no me gustaban los besos? ¿y ahora dónde voy a guardar yo mis besos?.
      _ ¿No te parece que son muchas preguntas de una vez? . Rió la señora, ¡pero voy a respondértelas todas!.
       _Bueno, comenzó la anciana con mucha paciencia. _Esta caja me la trajo de Irlanda, una persona muy querida por mí, y nunca me he separado de ella, hasta hace unas horas, cuando la extravié en el parque, _y si a ti antes no te gustaban los besos, era porque jamás dejaste que hicieran su efecto, siempre tenias prisas por borrártelos de la cara, sin saber que los besos que quería darte tu madre, con ellos te quería demostrar todo el amor que siente por ti, son los besos más generosos que puede entregar una persona, sin pedir nunca nada a cambio. Tu padre con su beso, te da todo el ánimo posible para que afrontes con valentía todos los obstáculos que te puedas encontrar a lo largo del día. Y tu abuelo ¡te da toda su ternura sin guardarse ni  una gota!, y ya los besitos de tu hermana son ¡pura alegría!.
      _¿Y dónde vas a guardar tus besos?, ¿pues dónde va a ser ?. ¡Tu tienes una caja  mucho más bonita que esta!
         _¿Sí?, ¿y dónde está?.
      Y la anciana con su dedo indice, señaló el pecho de Daniel.
       _¡Aquí!¡ en tu corazón, ahí es donde se guardan los besos! A partir de ahora, cada vez que recibas uno, irán directamente ahí y harán que cada vez seas un poco más feliz. ¡Ah! y no te preocupes por los besos que te den y no sean sinceros, esos no entraran, se esfumaran en el viento.
        _ ¿Cómo sabe tantas cosas?, ¿seguro que no es un hada?.
           _No Daniel, solo tengo muchos, muchos años, y he vivido demasiado. Y ahora tengo que marcharme, pero antes quisiera hacerte un pequeño regalo.
             _¿Cuál? _ dijo Daniel.
              _Permíteme,contestó la señora_ Quisiera regalarte un beso, con el te doy las gracias por haber cuidado de mi caja. Y Daniel sonrió gustoso y le ofreció su mejilla, donde ella colocó un suave y cálido beso.Y Daniel  sintió en el pecho una alegría , como sí una mariposa hubiese revoloteado dentro de él haciéndole cosquillas.
    Así fue como se despidió de la extraña señora y desde entonces ya nunca dejó de dar y sobre todo  de recibir besos.
                

                                      FIN 


      



lunes, 18 de agosto de 2014

LA PRINCESITA CAPRICHOSA




                          LA PRINCESITA CAPRICHOSA


Era un día lluvioso de primavera. Ana abrió los ojos y vio a través de la ventana que estaba lloviendo. Sonrió porque a ella siempre le gustaba ver la lluvia caer por los cristales.
      Luego se preguntó qué hora seria. Se incorporó en la cama y miró el reloj que había en su mesita de noche. Eran las once menos cuarto de la mañana. La siguiente pregunta que se hizo fue cómo tendría la cara esa mañana. La noche la había pasado regular, con algunos picores todavía, pero ya no tenía fiebre. Aun así sus amigas no se atrevían a ir a verla no fuese que les contagiase la enfermedad
.Sí, hacía cinco días que estaba en cama con varicela. No sabía como la había contraído,el caso es que la tenía.Su madre le dijo para animarla que más vale pasarla de niña que de mayor. Pero Ana acababa de cumplir once años y ya no se sentía como una niña.
      Se acurrucó en la cama y se quedó mirando la lluvia. Pensó en la ventaja de estar enferma. Ahora que se encontraba mejor, podía disfrutar de estar más tiempo en la cama ya que era muy dormilona, no tener que madrugar para ir al colegio y sus padres la mimaban más. Pero por el contrario también estar en cama tenía sus desventajas. No se podía levantar cuando quería, tenía que tomar unos potingues que su madre decía que eran jarabes para curarse, pero que a ella le resultaban malísimos de tomar y decía que le sabían a rayos. Pero sobre todo, lo peor que llevaba Ana era que, ¡se aburría como una OSTRA!.
     Su madre ya no tardaría en asomar la cabeza por la puerta de la habitación para ver si su pequeña estaba ya despierta. Abrió la puerta con suavidad y la niña se volvió para verla.
      -¡Buenos días mamá!.
       -¡Buenos días!, ¿cómo te encuentras hoy?
       -Bastante mejor,¿cómo tengo la cara?
     -¡oh!, pues las pupitas ya están bastante secas. Aunque todavía tienes muchas, si no te rascas, se secarán, se caerán y no te quedará señal alguna. ¿Qué quieres para desayunar?.
-Pues...Ana se quedó pensando - un vaso de leche y un trozo de tarta de chocolate.
    Pasaron unos minutos y llamaron a la puerta.Toc,toc...
     -¡Adelante mamá!-dijo Ana, pero al abrirse la puerta, la niña se llevó una agradable sorpresa, porque quien portaba la bandeja del desayuno no era su madre, sino su abuela materna,a la que hacía mucho tiempo que no veía.
-¡Abuela qué sorpresa!.
-¡Hola tesoro!, ¿cómo está mi nieta preferida?.
-¡Abuela, pero si soy tu única nieta!.
-Razón de más para que seas mi nieta preferida.-¿Cómo te encuentras?.
-Bastante mejor, gracias.
-A ver, ¿dónde tienes un huequecito para darte un beso?.
     Soltó la bandeja y le dio un beso en la frente, mientras Ana le echaba los brazos al cuello.
    La abuela se sentó en el sillón junto a la cama de su nieta y contemplo cómo Ana devoraba su desayuno, porque aunque estuviese enferma no había perdido su apetito.Su abuela sonreía viéndola comer.
-¡Apuesto a que cuando te pongas bien del todo habrás crecido unos cuantos de centímetros , y la ropa te quedará pequeña!-dime, ¿qué quieres hacer cuando termines el desayuno? ¿jugar al parchís, al ajedrez, leer cuentos?.
-Leer cuentos no, todos los que están en la estantería me los sé de memoria.
-Seguro que este no.
-¿Cuál?
     La anciana cogió su bolsa que era grande y pesada, y la soltó a los pies de la cama de su nieta, y comenzó ha buscar dentro de ella.
-¡Caramba abuela¡ -¿que traes ahí?.
-¡Oh¡ pues un poco de todo.A ver ¿dónde lo he metido?. Y  comenzó a sacar cosas de la gran bolsa,desde una bufanda que estaba tejiendo, pasando por unas gafas de sol, otras para leer, una agenda,una caja de caramelos, pañuelos de papel, un llavero repleto de llaves, un paraguas plegable, el monedero, un muñeco de goma mordisqueado que debía de ser de Wally su perro,un estuche con lapices, un cuaderno.....
-¡Abuela para ya! Ana se reía- parece que traes una tienda a cuestas.
-¡Aquí esta por fin!
       Y de la bolsa salió un cuento, con una cubierta muy gastada.Con un dibujo precioso que representaba un hada, y con letras negras donde se podía leer todavía su título. "LA PRINCESITA CAPRICHOSA".
    Su abuela se lo acercó, y Ana con mucho cuidado lo estuvo ojeando. No quiso todavía leer nada, solo miró lo que eran las ilustraciones. De mayor quería dedicarse a dibujar cuentos o comics, y la verdad era que lo hacía francamente bien.
    Eran unos dibujos preciosos, con unas lineas y colores muy suaves. Te hacían recordar los dibujos de los cuentos de antaño.Y no era de extrañar, ya que el cuento había sido publicado por primera vez en 1919.
-¡Qué antiguo es!
-Ya lo creo, -contestó su abuela-¿Pero a que se conserva muy bien?.Pues este cuento me lo regaló mi padre cuando yo era pequeña, y fue el preferido de tu madre cuando era como tú.-¿Quieres leerlo, o te lo leo yo?
-Mejor tú.
    La niña le dio el cuento a su abuela, busco una postura cómoda y  se preparó para escuchar la narración, pues su abuela era una gran narradora de cuentos. Sabía leerlos como nadie. Haciendo las voces de los personajes y los sonidos onomatopéyicos de las cosas. Escucharla era como ver una película con la imaginación.
     Su abuela  cogió sus gafas, se las colocó, se sentó cómodamente en el sillón, abrió el libro y comenzó a leer:

             LA PRINCESITA CAPRICHOSA

           Hace muchísimo tiempo, cuando los hombres todavía creían en las hadas, hubo una vez un reino, donde más que el rey y la reina,reinaba la paz y la felicidad. Y esta última la había traído el nacimiento de una princesita a la que pusieron de nombre Selene.
          Pero poco duró este periodo de tiempo donde todo era perfecto, pues cuando la niña cumplió tan solo un mes de vida, su madre, la reina más buena, gentil y serena que habían visto jamás los habitantes del reino, murió, dejando a su pequeña y a su querido esposo sin consuelo.
    El rey lloraba desconsolado, ni siquiera la pequeña princesita conseguía sacarlo de la tristeza en el que estaba sumido. Pero como todos los bebés no tardo en hacerse notar, pues la pobre princesita tenía hambre, y más que el rey, Selene lloraba reclamando comida.¡Que digo llorar, berreaba¡. Lloraba día y noche, sin para. Hasta que el rey reaccionó y preguntó qué era lo que le pasaba. Y una dama de la corte le respondió que su hija tenía hambre.
-¡Pues que le den de comer¡. ¿Acaso en un reino tan rico como este no hay comida para una niña?
-Majestad, la princesita es tan pequeña que no come lo que sus mayores. Hemos intentado alimentarla con toda clase de leche,de vaca, de cabra, de burra, pero no ha dado resultado. La princesita necesita a una ama de cría, a una nodriza.
-¡Pues bien que busquen a una!. ¡Pero que esa niña deje de llorar!.
        Así lo hicieron. Buscaron por todo el reino, y a la que se eligió fue a Nora. Una pastora gordita, sana como una pera, y fuerte como un roble; Que acababa de traer al mundo a un niño, Leandro. El bebé más hermoso,robusto y fuerte que se había visto en mucho tiempo. Y Nora, la dulce pastora, alimentó a su hijo y a la princesita al mismo tiempo, convirtiéndolos en hermanos de leche y como hermanos, inseparables.
     Los niños crecían día a día, sanos, fuertes y felices. Selene era ya una niña encantadora, educada y zalamera, capaz de cautivar el solitario corazón de su padre. Al que poco a poco, fue desprendiéndolo de su tristeza y consiguió que volviera a ser el rey alegre que siempre había sido.
    Su padre la colmaba de besos y cariño, y no sólo eso, no había cosa que pidiese Selene que su padre no le consiguiese. 
      Al principio eran caprichos sin importancia, un poni, un perrito pequinés, un gato de la china, una rosa del desierto....Pero a medida que la princesita iba creciendo, también iban creciendo sus caprichos. Y fue convirtiéndose en una niña egoísta, caprichosa e insoportable.
    Un día, en vísperas de su duodécimo cumpleaños, su padre le preguntó: ¿Qué quieres que te regale?.
    La princesita como la que pide una flor de su jardín, con voz muy melosa y echando sus brazos al cuello de su padre, y depositando un beso en la mejilla del rey respondió.
      -Papá, ¿te acuerdas del otro día, cuando fuimos Leandro, tú y yo al mercado de las flores? 
   -Sí 
   -¿Que me quede mirando a una niña que jugaba con su muñeca en uno de los puestos donde vendían azucenas?.
      -Sí
     -¡Parecía tan feliz!. Pues esa muñeca es la que quiero.
      -Pero hija. ¡Si tú eres ya muy mayor para jugar con muñecas!.
       Selene puso una carita como sí de un momento a otro fuese a romper en un llanto tan triste que su padre no lo resistiría, y así era.Era la táctica que utilizaba para salirse siempre con la suya.
-¡Está bien no llores!,te la traeré. 
      El rey se marchó, y la princesita suspiró al comprobar que una vez más haría su santa voluntad.¡Pero se equivocó!.
       Cuando llegó al mercado, habló con el padre de la niña y le explicó el motivo por el cual quería comprarle la muñeca de su hija.
Pero por mucho que intentó convencerlo el hombre dijo que no. Este a su vez le explicó a su rey porque no la vendía.Era una razón muy sencilla.
-Majestad, esa muñeca tan fea, sucia, hecha de trapo, gastada por el uso; Era el único recuerdo que su hija tenía de su madre, el tesoro más valioso que ella poseía. Y por nada del mundo, ni por todo el oro del reino privaría a su hija de su muñeca.
    El rey que era un hombre justo y bueno, lo comprendió. Avergonzado regresó al castillo y encontró a su hija que lo esperaba ansiosa por saber si traía su regalo.
    Su padre triste y cansado dijo que no.
    La princesita roja de enfado, a punto de coger la rabieta más grande de su vida, sin pensar siquiera en lo que decía, hirió de tal forma con sus palabras a su padre, que el rey enmudeció, se puso pálido y se marchó, dejando a su hija con el mayor ataque de rabia ,que no había un solo rincón en el castillo donde no se escuchasen los gritos de la caprichosa princesita. 
      Nora y su hijo acudieron como locos para averiguar que pasaba,pues jamás habían oído a Selene llorar de esa manera.
    ¡Seguro que se trata de algo grave!-dijo la nodriza preocupada.
     Cuando llegaron, la niña se echó en los brazos de su niñera.
      ¡Cálmate Selene!, cuéntame lo que ha ocurrido.
    La niña comenzó entre gemidos y lagrimas a contar todo lo que había sucedido. Nora a medida que escuchaba iba separándola de su pecho, hasta que bruscamente la separó definitivamente. La miró a la cara y Selene vio en el rostro de su niñera, la expresión de dureza que ponía siempre que no le gustaba algo.
   -¡Selene, podría regañarte muy severamente. Si fueses mi hija en más de una ocasión te hubiese dado un tirón de orejas!-¿cómo has podido herir a tu padre de esa forma?-Pero no haré nada de eso. Solo te diré que me has decepcionado.
    La nodriza se marchó dejando a la princesita con su hijo. Ésta quiso encontrar consuelo en la compañía de Leandro, pero este habiendo presenciado el relato, sólo dijo que su madre tenía razón.
    Así pues la princesita estaba sola, y no sola estaba, se sentía sola, que es lo más triste que le puede pasar a una princesita.
    ¡Lloraba y lloraba amargamente¡. Era tal la tristeza que sentía por lo que había hecho, que sus lagrimas iban cayendo al suelo una tras otra; Y ocurrió una cosa curiosa. Las lagrimas que caían eran de colores, amarillas, celestes , rosas. Selene no paraba de llorar y limpiándose las lagrimas con sus manos, se dio cuenta de que éstas estaban grises.Se miro a un espejo y toda ella era gris. De un gris suave como esos días de otoño. Era como si de tanto llorar las lagrimas hubiesen arrastrado los colores que la princesita poseía, dejándola descolorida, sin color alguno. El amarillo de su pelo, el celeste de sus ojos, el sonrosado de su piel; ¡Todo, todo había desaparecido!.
    Al verse así se asustó y no teniendo a nadie a quien acudir,lo único que pudo hacer fue meterse en la cama sin dejar de llorar.
     A la mañana siguiente, como todos los días, Nora fue a despertarla, y una vez más, aunque se enfadara mucho con ella, al día siguiente ya no se acordaba de su enfado.
-¡Arriba perezosa!.
-¡Déjame dormir, no tengo ganas de levantarme!, Además hace un día tan gris que seguro que hoy llueve.
    Nora se echó a reír.
-¿Pero qué estás diciendo?,¡si hace un día precioso, despejado, luminoso, el sol brilla que es una maravilla!. ¡Arriba!
     Y tiró de la colcha, de la sábana, de todo lo que cubría a Selene dejándola al descubierto. Cuando la vio, se puso las manos en la boca para no gritar.
-¡Oh Selene! ¿qué te ha ocurrido?.
-¿Por qué?
-¡Estás toda gris!.
-¡Oh! ¡creí que se trataba de un sueño!.
-No te muevas voy a llamar al médico de la corte.
     A la alcoba acudieron corriendo el médico, el rey, Leandro y Nora.
    Su padre cuando la vio,¡pobre padre! a pesar de todo quería tanto a su hija.
-¡Mi pequeña!. ¿Qué es lo que te ha ocurrido, te duele algo?.
-No papá, sólo que lo veo todo gris, no percibo los colores y me siento tan triste.
-¡Doctor tiene que hacer algo!
-¡Majestad, lo siento! pero la medicina poco puede hacer en éste caso.
-¿Entonces no hay cura?
-Yo no he dicho eso, solo que ésto es un asunto de magos. A lo largo de mi vida, sólo con otro caso parecido me he encontrado, y como en este no pude hacer nada. Pero si conozco a la persona que puede ayudarnos.
-¿Quién? dijo el rey desesperado.
-Es un hombre muy sabio, el Druida Lynmer. Pero no sé dónde encontrarlo, pues hace años que no sé nada de él.
-Si queréis majestad, yo puedo salir a buscarlo.
-Eres muy valiente mi joven Leándro, ¿Pero cómo vas a encontrarlo sin ninguna pista?.
-No importa majestad, algo se me ocurrirá.¡Tenemos que intentarlo!, no sabemos si lo que le ocurre a Selene es grave.
-¿La quieres mucho verdad?
-Casi tanto cómo vos majestad.
     Y sin más demora, el muchacho cogió el caballo más veloz de las cuadras del castillo y partió a todo galope.
   Galopó y galopó hasta que se quedaron sin aliento jinete y caballo,desanimado sin saber que camino tomar, hizo un alto en el camino pues la noche fría y oscura con su manto de estrellas se le echaba encima. Tendió una manta, encendió un fuego y se dispuso a descansar. Se estaba calentando las manos, cando de las brasas, comenzaron a salir chiribitas que danzaban alrededor de él. Cada vez eran más numerosas y uniéndose todas a la vez formaron una figurita pequeñita como el pulgar de Leandro.
   Éste la tomó en sus manos con mucho cuidado no fuese a quemarse, pero enseguida comprobó que sólo despedía un calorcito tibio que lo reconfortó. Era como tener en sus manos una llamita del fuego que ardía delante de él.
-¿Quién eres? dijo el muchacho sorprendido.
-¿Y tú quien eres?- preguntó a su vez Luz, la llamita.
-¡Eh! yo he preguntado antes, ¿eres un fuego fatuo?.
-No. Soy un duende, un duende mensajero.
-¿Mensajero de quién?.
-De quien buscas.
-¿Y cómo sabes tú a quién busco?.
-Escucha no tengo mucho tiempo que perder, sólo te diré que vas por buen camino, te falta muy poquito para llegar al bosque del Trébol. Allí lo encontraras.
    Y diciendo ésto dio un salto volviendo al fuego de donde había salido.
-¡Espera! ¿cómo se llega al bosque del Trébol?.
     Demasiado tarde, ya se había marchado, y tan tarde era, y tan cansado estaba que se quedó dormido.
     Cuando despertó, el fuego estaba apagado y sólo salía humo de él. Recordó la visita de la noche anterior y cuál fue su sorpresa,cuando descubrió que su pequeño amigo, le había dejado un trébol entre sus manos.
    Montó en su caballo y cuando iba a comenzar a galopar, el trébol se iluminó y flotando en el aire fue indicándole el camino que tenía que seguir.
     Cabalgó por sitios donde él jamás había estado. Vio paisajes hermosos, con sus ríos, sus montañas, pero ninguno de ellos comparables a la belleza que se habría ante sus ojos.
    Delante de él estaba el valle más extenso y frondoso que jamás hubiera imaginado ver. Con hierbas que poseían todos los tonos del color verde, desde el verde manzana, pasando por el verde limón, turquesa,verde claro, verde oscuro, y salpicado de vez en cuando por una pincelada de colores que aportaban las pequeñas flores que crecían en él, amapolas, lirios, margaritas. Las mariposas revoloteaban libres, al igual que las abejas y todo el valle mecido por una suave brisa trasmitía una paz infinita.
    A lo lejos del valle, se dibujaban árboles enormes y hacia allí se encaminó. A medida que iba atravesando el bosque, se hacía cada vez más espeso y un olor muy penetrante se fue apoderando de sus sentidos, se sintió un poco mareado, no vio una rama que estaba muy baja y se golpeó la cabeza, lo último que vio, fueron las hojas de los arboles caídas en el suelo antes de desmallarse.
     Al despertar se encontró que estaba en una cabaña y tumbado en una incómoda cama, y  aún estaba mareado.
    Un anciano con una larga cabellera, barbas blancas al igual que su pelo, alto, delgado, con unas manos huesudas y unos ojos negros, tan negros como una noche sin luna, se le acercó trayéndole un gran vaso de madera.
-Toma, te sentirás mejor.
-Perdone, ¿quisiera saber si he llegado al bosque del Trébol?
-¿Por queé quieres saberlo?.
-Porque allí vive Lynmer y necesito encontrarlo.
-¿Para qué quieres hablar con él?.
-Es un asunto muy urgente.
-Pues habla muchacho.
-¿Es usted Lynmer?
-Sí joven amigo.
-¿Y es éste el bosque del Trébol?
-Así es.
-¡Pues no he visto ni un sólo trébol!.
-El que no los hayas visto, no significa que no existan - ¿cuál es ese asunto que te tiene tan preocupado?.
-Verá señor, vengo de parte del rey. Su hija la princesita Selene se ha quedado sin color, está totalmente gris. ¡Se siente tan triste!, y el médico de la corte no puede hacer nada. Pero sí nos dijo que usted podía ayudarla. 
-¡Vaya, pues sí que es grave!. ¿Cuánto tiempo lleva así?.
-Un día.
-¡Debes darte prisa! tienes que volver lo antes posible. Pero antes te voy a decir lo que tienes que hacer,¡acompáñame! 
   Lynmer echó a andar a través del bosque y el joven lo siguió. Llegaron a un claro donde había cientos de tréboles.Todo el campo parecía una sedosa alfombra verde.
    -¿No preguntaste por los tréboles hace un momento?- dijo el mago, ¡aquí los tienes!.
    -¡Vaya!, jamás había visto tantos tréboles juntos.¿Son todos de cuatro hojas?.
-¿Por qué de cuatro hojas?.
-¿No son los que traen buena suerte?.
-Te equivocas joven amigo, cómo la mayoría de la gente. Los que traen la buena suerte son los tréboles de tres hojas, sólo que cómo son fáciles de encontrar, nadie los quiere. No se por qué todo el mundo se empeña en buscar las cosas que son difíciles de encontrar,creerán que así llegarán a ser felices, sin darse cuenta que la felicidad está más cerca de lo que ellos creen.- ¡Coge un trébol!.
   -¿Da igual el que sea?.
-¡Por supuesto, son todos mágicos!.
      Leandro cogío el que tenía más próximo.
-¿Y ahora qué debo hacer?.
-Lo primero guardarlo en un sitio seguro,y el sitio más seguro es cerca de tu corazón. Segundo, tienes que regresar lo antes posible.Cuando llegues pregúntale a tu querida princesita por su rincón favorito, donde ella se sienta segura,donde haya sido feliz imaginando cosas.- Cuando lleguéis al lugar que ella te indique,saca el trébol, que lo sujete con la mano derecha, aunque se sienta triste, dile que tiene que sonreír y con el trébol debe dibujar tres círculos seguidos en el aire.
-¿Eso es todo?.
-No, aún no he terminado. Cuando los tres círculos se unan, se convertirán en dorados y Selene deberá pasar a través de ellos mientras estén dorados. Luego irán perdiendo intensidad y el círculo se cerrará.
-¿Y si le da miedo pasar? ¿cómo puedo ayudarla? ¿puedo acompañarla?.
-¡Ni se te ocurra! es algo que ella debe hacer sola. Pero sí que puedes ayudarla desde fuera. Coge esto.
    Lynmer cogió un largo hilo de su túnica y lo amarró al tallo del trébol.
-Selene llevará el trébol consigo y tú deberás tomar el hilo por el otro extremo, será la única forma de estar en contacto con ella. No sé lo que hay detrás de los círculos, Pero si sé a quien se encontrará. Tampoco le sera fácil llegar hasta ella. Dile a la princesita que no desfallezca, que por muy duras que sean las pruebas tiene que seguir adelante, si quiere recuperar lo que ha perdido tiene que ser valiente.- Y ahora vete. No pierdas más tiempo o cuando llegues no encontraras ni rastro de ella.
-¿Por qué?.
-Porque ahora está gris, pero si pasa más tiempo hasta el gris que posee, poco a poco lo ira perdiendo, se ira haciendo cada vez más claro y a su vez la princesita se ira haciendo más transparente hasta que desaparezca para siempre. Por eso tienes que llegar antes de que esto suceda, o será demasiado tarde.-¡Así que vete!,¡y buena suerte!.
-¿No puedes decirme qué le pasa?.
-¡No, márchate ya!.
      Leandro montó en su caballo y partió a todo galope mientras gritaba:
-¡Gracias Lynmer!.
     Y en todo el bosque se oyó repetidas veces, gracias Lynmer, Lynmer......El druida levantó una mano para despedirse,sonrío viendo como se marchaba el muchacho y para sus adentros murmuró ¡buena suerte chico!.
    Cuando Leandro regresó al castillo, fue directamente a la alcoba de Selene. La encontró tumbada en la cama, Lynmer tenía razón, estaba de un gris tan claro que ya se podía ver a través de ella.
    Se acercó y Selene le sonrió, pero con una sonrisa muy triste. 
Con voz muy suave, el muchacho mientras le tomaba la mano le preguntó:
-Selene,¿cuál es tu rincón favorito?
-¿Acaso tú no lo sabes?,hemos sido tan felices en la biblioteca, delante de la chimenea,¿te acuerdas la de veces que hemos jugado allí?, lo que nos reíamos haciéndoles trastadas a los criados.
    El muchacho sonrío recordando los buenos momentos que habían pasado juntos. Sin pensar más la cogió en sus brazos, llevar a Selene no suponía ningún esfuerzo, era tan ligera como una pluma.
    Cuando llegaron a la biblioteca, Leandro saco el trébol, y este estaba perfectamente unido al hilo y ambos eran dorados. Tomo la mano de la princesita y le colocó el trébol.
-Selene no hay tiempo que perder, no hagas preguntas, sólo escúchame atentamente. Ante todo por muy difícil que te resulte sonríe,con el trébol dibuja tres círculos en el aire, cuando estos se unan, pasa a través de ellos. No tengas miedo, yo estaré unido a ti mediante el cordón dorado. Una vez que pases no sé qué encontraras, pero recuerda ¡tienes que ser valiente,y que nada ni nadie debe impedir que llegues hasta el final!
   Dicho esto la princesita obediente hizo todo lo que su querido amigo dijo.
   Al momento los círculos se unieron formando tan sólo un aro dorado.La princesita aunque estaba muy asustada, pasó a través de él. Éste inmediatamente se cerro dejando suspendido en el aire el cordón dorado.
    Selene una vez dentro, miró hacia atrás y vio como se cerraba el círculo dejándola a oscuras. Sintió miedo y tiró del cordón. Notó que al otro extremó también tiraban de él, y se sintió más segura. Sabía que su amigo estaba al otro lado, y que jamás la abandonaría.
     Caminó a oscuras sin soltar el trébol y tirando del cordón, el chico notaba en sus manos que el hilo se deslizaba entre sus dedos.
    La princesita mientras tanto caminaba, y a medida que iba avanzando se iba sintiendo bien. La oscuridad se iba convirtiendo en una luz tenue, y a lo lejos escuchaba una música arrulladora. Se quedó quieta escuchando. ¡Era una nana lo que estaba sonando!. Se dejó llevar oyendo la música y sin esfuerzo alguno, llevada por unos brazos invisibles, notó que no caminaba. Se sintió igual que cuando era pequeña y Nora la mecía y le cantaba para que se durmiera. Cada vez se sentía más pesada, luchaba por no quedarse dormida, pero era tan irresistible el sueño que sentía, que sus ojos se cerraban solos.
   A lo lejos, entre sueños, vio una cama enorme, su cuerpo era atraído por ella,parecía un pequeño alfiler atraído por un potente imán 
    Luchaba por no meterse en la cama, tenía la extraña sensación de que si se acostaba en ella, aunque solo fuese un pequeño instante para descansar, jamás saldría de ella, quedándose dormida para siempre. 
  Se preguntaba qué podía hacer, recordó, que cuando era pequeña y no quería dormir, se tapaba los oídos para no escuchar cantar a Nora, y eso fue lo que hizo. Ya no escuchaba la música, y toda la fuerza que ejercía la cama y el sueño sobre ella desaparecieron.
     Sus pies tocaron el suelo, siguió andando despacio, mirando por todas partes. Aunque había luz, no se veía nada, y ¡de pronto, sintió algo pegajoso en la cara, luego en los brazos, las piernas,el cuerpo!.
Había tropezado con una telaraña.
    Por más que intentaba deshacerse de ella, más se pegaba. La hermosa tela, hecha con hilos de seda y gotas de rocío suspendidas en ella, la tenía totalmente atrapada.Se movía, pataleaba, se agitaba, pero no había forma de liberarse de ella.
    Pasó el tiempo, y la niña estaba agotada, comenzó a sentir miedo y no dejaba de pensar en la gigantesca araña que se la comería, más se agitaba aunque no le quedasen ya fuerzas para defenderse.
     Al cabo de un buen rato, por allí no había aparecido nadie, ni nada había sucedido, pero ella no dejaba de sentir un miedo espantoso, y es que a veces no hace falta que ocurra algo para tener miedo. La princesita se daba ánimos,¡ vamos tienes que ser valiente! Pero estaba tan desesperada, que comenzó a llorar, y esta vez no era de rabia, sus lágrimas eran de desaliento. Una a una al caer de sus ojos fueron quedándose colgadas en la telaraña, y fueron tantas las que derramó, que la tela no pudo con el peso y se partió. Así fue como la princesita por fin quedó libre.
    Las lágrimas que había derramado sirvieron para limpiar los ojos de Selene, disolviendo el velo gris que los envolvía, permitiendo a la niña ver  los colores. Se miro y ella todavía seguía gris, y a lo lejos pudo distinguir una luz suave con muchísimos colores.
      Caminó hacia ellos y vio un hermoso atardecer. Se fue aproximando más y más, y a medida que se acercaba comprobó que no se trataba de un atardecer. Los colores componían una figura de mujer. La mujer más hermosa que la niña había visto jamás. Tenía el cabello rojizo anaranjado, como las nubes que se despiden del día, la piel color de miel como los últimos rayos de sol, sus ojos enormes, de un azul intenso, como los trocitos de cielo que quedan antes de que llegue la noche. La túnica violeta que la envolvía daba una suavidad a su rostro, que Selene contemplándola, sintió en su ser una serenidad infinita en su interior. 
 -¿Quién eres? pregunto la niña embelesada.
    Y la mujer con la voz más suave del mundo contesto:
-Soy Doré, la tejedora de sueños,- ven, siéntate aquí, a mi lado.-¡Qué gris estás!, por fortuna has llegado a tiempo.
-¿Sabes lo que me pasa?.
-¡Claro que sí!.-¡Oh! veo que traes un trébol. Lo dijo con nostalgia.-¡Ah! mi querido y viejo amigo Lynmer, -¿Y tú Selene, sabes lo que te ha ocurrido?.
-No.
-¿No tienes ni idea?.
-No.
-Pues lo que te ha ocurrido ni más ni menos, es que te as olvidado de tus sueños y ellos te han abandonado, y una persona sin sus sueños no es nada. Dime-¿Qué ha sido de ellos?.
-¡No lo sé!.
    Y por la carita de la princesita rodó una lágrima.
-¿Cómo pudiste olvidarlos y cambiarlos por caprichos?. -Sólo te importaba pedir, comprar. -¿Para qué Selene?,¡para olvidarte de las cosas al instante de tenerlas!.
    La niña agachó la cabeza, se sintió tan desgraciada. Pero Doré, el hada más buena y comprensiva de todas las hadas, la sujetó suavemente por la barbilla y la obligó a mirarla.
-Voy a ayudarte, pero para eso tienes que ayudarme tú también.-Haz memoria Selene, -¿cuáles eran tus sueños, antes de convertirte en una princesita caprichosa?.
-   Mis sueños....¡Le costaba tanto trabajo recordarlos! Pero como los rayos del sol atravesando una nube gris, los sueños fueron apareciendo uno tras otro. Uno de ellos era....quería llegar a ser de mayor una reina tan buena como lo fue mi madre, ser una madre generosa y alegre como mi querida Nora, ser justa como mi padre,...
   Así, uno a uno, Selene fue contando los sueños a Doré, y esta mientras la niña hablaba, con unas agujas de cristal tejía y tejía una túnica con los colores del arco iris,sin madeja de lana, ni hilo alguno, pues lo que tejía eran los sueños de Selene.
   Cuando la princesita hubo terminado,la tejedora de sueños también había acabado, ¡la princesita se sentía tan feliz!. Dentro de ella, sentía que sus sueños los había recuperado, y sin darse cuenta, Doré le había colocado la túnica devolviéndole así todos sus colores, y con ellos sus sueños, sus esperanzas, y todo lo que la niña había perdido.
 -¡Bueno, debo reconocer que me ha salido una túnica preciosa!, -¡teniendo en cuenta, claro está, que eran unos materiales de primera!.Ya puedes marcharte.
-¡Gracias Doré por todo!.
-No tiene importancia,- ¡pero prométeme una cosa!, no vuelvas a perder tus sueños.
    Y diciendo esto,el hada con el mismo trébol, dibujo los tres círculos mágicos en el aire y una vez juntos, Selene, pasó por ellos nuevamente. 
     Al otro lado, Leandro la esperaba impaciente con los brazos abiertos. Cuando la princesita apareció, él la vio más hermosa que nunca. Traía todos sus colores resplandecientes y el rostro de Selene, ya no era el de la niña mimada y caprichosa de antes.
     La niña, lo primero que hizo fue buscar a su padre, se abrazo a él y le pidió perdón por todo el daño que le había causado. Luego a su querida Nora le dijo: que le daba permiso para que le diese un tirón de orejas cada vez que se portase como una niña malcriada, y a su querido amigo le dio las gracias por estar siempre a su lado.
   Creció y llegó a ser una gran reina como siempre había soñado,buena,amable,y generosa. Y nunca hizo falta que le dieran un tirón de orejas, y nunca jamás olvidó sus sueños, y por todos los medios siempre intentó que se hicieran realidad.
     Y Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

-¿Te ha gustado Ana?.
-¡í abuela!
      Y no solo le había gustado, por un buen rato, Ana se había olvidado del aburrimiento, de sus picores, de estar enferma en la cama, y lo más importante, se lo había pasado estupendamente con su abuela.
-¡Oh!, cómo ha pasado el tiempo, tesoro tengo que irme.
-¿Abuela vendrás mañana?
-¡Claro que sí!
- ¿Y me traerás otro cuento?
-Sí, te traeré uno muy divertido.
-¿Cómo se llama?
-La pequeña cocinera y el pastel gigante.
        Y dicho esto, la abuela cerró el libro, se acercó a su nieta y con un cariñoso beso se despidió de ella.
-¡Adiós, hasta mañana!.

                                               FIN